En la política: el que paga, manda

Las campañas políticas nos hacen sentir que siempre estamos en periodo electoral. Los aspirantes a un puesto de elección popular empiezan a utilizar la propaganda mucho antes de tener asegurado su nombre en la boleta. Cuando son electos para un cargo, no tardan en iniciar gestiones para el siguiente o, en el caso de los Estados Unidos, para buscar la reelección.

En Arizona, el 2014 fue un año intenso, de encuentros políticos, candidatos extremistas y bombardeos publicitarios en diferentes contiendas del gabinete estatal. En Sonora, el 2015 será igual o más agresivo, con la elección del próximo gobernador. Los principales candidatos (unos seleccionados a dedazo y otros en comicios internos) han intensificado sus mensajes, sus eventos, sus pancartas, sus anuncios y sus plataformas para endulzar oídos y seducir al electorado. Con el banderazo de salida en esta carrera de locura por el poder, no hay marcha atrás.

En esta ocasión quiero enfatizar en una de las diferencias más notables entre el sistema electoral mexicano y el estadounidense: El financiamiento de las campañas.

En México son los pesos del pueblo los que pagan por cada mitin, comercial y acto público de un candidato. A través del órgano ciudadano del IFE, cada partido político recibe un presupuesto con financiamiento público y los simpatizantes pueden contribuir de manera moderada a la campaña.

En Estados Unidos, las contiendas pueden ser sustentadas por donativos privados y regalos de corporativos para los candidatos y sus partidos. Y si seguimos la premisa de que “el que paga, manda”, en México los funcionarios deberían de servir al pueblo y en Estados Unidos… ¿a los intereses especiales?

En México, el IFE también monitorea y regula que todos los candidatos tengan la misma exposición en los medios, quien nadie sobrepase a nadie.

En Estados Unidos, sale en la tele el que puede pagarlo. Se necesitan miles de dólares en publicidad para dar a conocer las empalagosas promesas de campaña y millones para confundir al electorado con una estrategia de propaganda negra que se intensifica según se va acercando la fecha de la elección; esta, en la mayoría de los casos, es financiada por comités de “amigos de fulanito o zutanito de tal”. De hecho, tanta atención y dinero se destina a desacreditar al contrincante (en lugar dar a conocer un plan de trabajo), que en Arizona aproximadamente el 60 o 70 por ciento de los anuncios de la contienda pasada fueron negativos y reaccionarios.

Otra de las estrategias que se utilizan con frecuencia los “intereses especiales” en la Unión Americana es algo parecido al “Caballo de Troya”.

Esto funciona así: Cuando un ciudadano se inscribe en la lista nominal es necesario que defina su postura política con el Estado; así, en las elecciones primarias podrá votar por los precandidatos de su partido de afiliación. Solo aquellos que se declararon independientes pueden escoger recibir la boleta demócrata o republicana para las primarias e influir a favor del candidato de su predilección. De esta manera, se podría decir que las primarias son elecciones internas abiertas al público en general. El truco está en que miembros de un partido se enlistan en el otro -solo durante la primera etapa del proceso electoral- como parte de su estrategia para intentar deshacerse del candidato de la oposición. Así pueden influir en los resultados para obtener los que mejor les convenga, sin quebrantar la ley.

Así que en Estados Unidos también se las ingenian para ganar votos y sentar a su candidato en la silla del poder, sin necesidad de comprar tarjetas para supermercados. Aquí, el dinero se va directamente a la cuenta bancaria de los candidatos y ellos deciden cómo gastarlo. Al aceptar el cheque, el aspirante a un puesto de elección popular se está comprometiendo, está vendiendo sus ideales, aunque diga que no es así. En la política hay que devolver favores; si no, estos se cobran muy caros… eso todos lo sabemos. El problema es que en México, el favor se lo deben al pueblo y no se lo cumplen; en el norte, la pleitesía es para las grandes compañías y eso ha quedado demostrado administración tras administración.