El voto castigo de los paisanos

 

Los connacionales en el exterior no votaron por Obrador, votaron por la justicia social y las ganas de revivir el sueño mexicano.

Apeló al coraje que le tenían a su patria y a los políticos, al sueño de volver por la puerta grande, a la posibilidad de castigar a los que antes los obligaron a irse, a la esperanza de empezar de nuevo y rescribir la historia, no la de ellos, sino la de sus hijos… Morena supo cómo llegarles a los mexicanos en el exterior, a los exiliados, expulsados o migrantes; por eso ganó con más del 60 por ciento de los 98 mil votos recibidos.

Los mexicanos desde el extranjero votaron no solo por Andrés Manuel López Obrador, el eterno candidato, sino por Morena. Fue un voto de castigo a los otros partidos políticos que se ha interpretado como un voto de confianza para el ahora presidente electo. No todos los electores que viven de este lado del muro coinciden con las ideas de Obrador, pero mandaron la boleta con la esperanza de estar votando por la justicia social, una justicia que ningún partido político les ha dado cuando estaban en el gobierno.

Algunos tenían desde 1988 esperando este momento, primero con la izquierda de Cuauhtémoc Cárdenas y después con la insistencia de López Obrador. Tenían tres décadas guardándose en coraje por una elección robada, por sexenios de explotación marcados de sangre, por ajustes de cuentas disfrazados de lucha contra el narco y por administraciones que engordaban mientras el pueblo se moría de hambre en la miseria. Y -para la mala suerte de los partidos en el poder que se jactaban de la alternancia-, el paisano tiene una buena memoria política; pudo haber sido Obrador o cualquier otro, los mexicanos en el exterior no votaron por el candidato, sino por el cambio.

Ahora ya no hay vuelta atrás. Andrés Manuel López Obrador está en camino a Los Pinos. Nada lo frena, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese. Así de fuertes son las sacudidas cuando se despierta el pueblo. Morena se convirtió en un tsunami político que arrasó con todo, tuvo fuerza a pesar de ser impulsado por aquellos que algún día hicieron campaña para los otros; la diferencia es que para algunos su llegada significa devastación y para otros, grandeza. Habrá que esperar seis años para hacer el recuento.

Mientras, los mexicanos en el exterior – específicamente Estados Unidos- que votaron por la izquierda están conteniendo la respiración. No saben qué pasará en diciembre cuando se realice el cambio de poderes y el socialismo tenga que ponerse al tú por tú con el capitalismo del vecino del norte. Polos opuestos. Dos presidentes polémicos. Dos ideologías. Personalidades fuertes e insistencia inquebrantable. Una frontera. Más de 36 millones de mexicanos en el Norte. Un tratado de comercio en la mesa. Un sueño por una reforma migratoria. Muchos tuis. Dos idiomas. Demasiados dólares. ¿Qué pasará?

La mera especulación los mata o los llena de esperanza. No hay punto medio. Los connacionales que viven en la Unión Americana anhelan volver a tener el sueño mexicano, un sueño que ahora tiene un rostro y un nombre… un sueño al que muy pronto le dirán “señor presidente”.

Los paisanos están volviendo a soñar con Morena, pero rezando en silencio para que no tengan que despertarse a una pesadilla. Las veladora están prendidas y la plegaria es “no nos falles”.