ARIZONA- “La violencia es mera percepción de la gente, Sonora es un estado muy seguro, el más seguro de la franja fronteriza”, esa fue la respuesta que me dio un secretario de Seguridad Pública de Sonora hace un par de años cuando le pregunté por los asaltos, violaciones, homicidios y tiroteos cerca de El Sásabe y Caborca. Tenía colmillo y no sé si del bueno. Era un maestro de las respuestas a medias. Cantinflas lo hubiera adorado.
Guillermo Padrés hacía lo mismo, solo que a él le daba una amnesia selectiva inaudita. Al ex gobernador panista le dio una conveniente discapacidad durante su administración: Él no oía ni veía nada; tampoco lo sufría. Le dio del mal del político alzado, ese que les da a todos cuando consiguen el hueso y lo presumen en el extranjero.
Un sexenio después, la gobernadora utilizó su experiencia política para esquivar una y otra vez las preguntas sobre los atracos y asesinatos en su tierra. “Si dice que Sonora es un estado tan seguro, ¿se atrevería a viajar de noche a Caborca, sola, sin escolta?”. No contestó. “¿Qué respuesta les da a los padres de aquellos asesinados como un daño colateral del crimen organizado?”. Palabras más, palabras menos. Zanjó la entrevista. Estaba en una reunión de la Comisión Arizona-México en Scottsdale y no permitió que estas preguntas incómodas opacaran la visita. Al fin y al cabo, esas reuniones sirven para hacer relaciones públicas, seducir inversionistas, promover el estado y sacar la foto del recuerdo. ¿Quién querría hablar de algo tan escabroso? Pues yo, la reportera incómoda.
Cuestioné a los mexicanos y a los estadounidenses. Si algo compartimos además de los acuerdos comerciales, un muro de cientos de kilómetros y los lazos familiares, es la violencia que se desnuda y se disfraza a como se le venga en gana.
A Jan Brewer le hice las mismas preguntas. La cuestioné por los cuerpos decapitados y sus recorridos en el desierto. Se quedaba muda, con el ceño fruncido. Era la gobernadora conservadora de Arizona, la critptonita de la inmigración ilegal, la que no se había dado baños de pueblo… y la que frente a las cámaras se echó al bolsillo a Bours y Padrés.
Luego vino Ducey, con más números que cuentos. El republicano echó debajo del tapete estos temas incómodos y le apostó al turismo, a los dólares, a las inversiones, que son los temas que domina mejor. La charla cambió, pero la violencia no. Allá hubo comandos y aquí asesinatos en serie; allá “homicidios aislados” y aquí un pistolero suelto en la autopista; allá ajustes de cuentas, aquí secuestro tras secuestro. Tan distintos, pero tan similares. ¡Pero es de mala educación hablar de esto en las cenas de gala o cuando se firma un acuerdo!
Que Arizona y Sonora son estado fronterizos seguros es la percepción de los gobernantes no de la gente. Dicen que no hay crimen, pero digámosle eso a los familiares de las víctimas, a los padres de desaparecidos, a las mujeres violadas, a los que los despojaron de lo poco que tenían… díganselo, a ver con qué cara.
No vivimos en el paraíso. Vivimos en una tierra real donde hay malos y buenos, pero ya no se puede diferenciar cuál es cuál. La violencia es como el mar, profunda, evidente, caprichosa… por eso va y viene, por eso se manifiesta en olas, por eso nadie la ha podido parar.
Ahora hay marea alta en Sonora… después le tocará a Arizona; si los gobernantes siguen negando esta realidad, la población hará un tsumani que nadie podrá detener y luego vendrá el recuento de los daños y otras elecciones y otros huesos y otros rostros… pero los mismos dolores.
Excelente trabajo ! Pone en evidencia el inhumano actuar de nuestros gobernantes, cuando de llevar dinero a arcas propias es el tema.
El populi que pague el precio.
Felicidades Maritza, mucho más que bien !
Un fraternal abrazo !