McCain y su última bala

ARIZONA – Le decían “Maverick”, el disidente. No era un santo. Era un hombre de contrastes: ambicioso, decidido, sediento de atención, pero centrado, acomplejado y torturado. No era del todo bueno, pero tampoco malo. Así fue John McCain, el senador.

Antes del diagnóstico, era un hombre de estrategia política firme, incluso cuando su ideología suponía ir en contra de su propio partido. Eso le costó la presidencia, pero jamás el curul en el Senado; fue reelecto una y otra vez, a pesar de todo. Por años tuvo una relación de amor y odio con los hispanos, que hoy, a unos días de su fallecimiento, se ha convertido en un legado de paz. Y eso, ni la muerte se lo quita.

McCain sufrió lo que muchos consideraron la traición del voto latino en las elecciones de 2008, cuando Barack Obama hizo historia al convertirse en el primer presidente afroamericano de Estados Unidos. El republicano sabía que tenía pocas esperanzas, pero la duda al fin, pensaba que aquellos por los que había estado luchando años antes le darían el respaldo secreto en las urnas. No fue así. Sus gestiones por una reforma migratoria comprehensiva no se tradujeron en votos.

Pero supo jugar para navegar la marea política en la época de cambios. Promesas duras en periodo electoral; propuestas suavizadas ya en el Capitolio. Pero, luego, llegó el cáncer, es maldita enfermedad que le hace abrir los ojos a cualquiera y desnuda las verdaderas pasiones, incluso las que tienen un alto costo político.

McCain se convirtió en la verdadera versión de sí mismo. Comenzó a enderezar los caminos que se habían torcido por los intereses, propios y ajenos, y plató cara. El republicano que era admirado por muchos en ambas bancadas se volvió a convertir en un héroe de guerra, pero no se la que sobrevivió a duras penas, sino a la que se libra con corbatas y maletines de marca y en el pleno de un Congreso. Este fue su segundo gran legado.

El senador arizonense se enfrentó al poder. Sabía que ya nada tenía que perder, solo la eminente vida que se le escapaba de las manos. Y luchó como nunca o quizá como antes, en combate. Con esto nos quedamos, con su último cartucho cuyas dos balas se dispararon después de su muerte.

La primera se desvió. McCain quería que fuera una latina la que ocupara su puesto en Washington, pero esa última voluntad está muy lejos de cumplirse. En la lista de candidatos sí hay mujeres, incluyendo su viuda, pero ningún apellido latino… de hecho, en Arizona, no hay alguna mujer latina republicana que figure en la política con fuerza. No lo hay.

La segunda fue un tiro de gracia… al presidente. El senador -que es uno de los pocos que es recordado en un funeral en el Capitolio en Washington, como un héroe-, pidió que Donald Trump no asistiera a sus servicios fúnebres. Con eso, se lleva su integridad a la tumba y manda un mensaje político sin precedentes.

En paz descanse.